Los celos son un sentimiento muy habitual en las relaciones humanas y más generalmente en las relaciones de intimidad. Es uno de los sentimientos más dolorosos y puede generar mucha agresividad. Todas las personas tenemos celos. No funcionan como una gripe, por ejemplo, que se tiene o no se tiene, sino que aparecen y desaparecen o bien se transforman y causan menos malestar cuando sabemos gestionarlos. Los celos se manifiestan ante la percepción de amenaza de perder a alguien querido por la presencia de otro que puede ser más interesante o bien ante el peligro de no ser atendidos o correspondidos como necesitaríamos o al menos como desearíamos.
Tiene la función de asegurarnos autoprotección, es decir, asegurarnos todo aquello que necesitamos para vivir y sobrevivir. Los niños tienen la necesidad de defender su derecho a ser prioritarios para sus progenitores, que son quienes aseguran su cuidado. Por este motivo, cuando nace otro hijo, el mayor reclama tener la misma atención que tenía antes del nacimiento. Con los celos se protege ya que ve que ahora tendrá que compartir la atención de los padres y esto, a veces, genera mucha inseguridad y desprotección. A lo largo de la vida los celos pueden aparecer en situaciones o épocas de cambio. Muchas veces el nacimiento de un hermanito es el primer cambio importante que experimenta un niño.
A parte de las situaciones en sí, que hay de más de favorecedoras a poder generar celos, hay otros factores que pueden potenciar-los: las características del niño o niña, el momento evolutivo, las características de los padres i el ambiente familiar.
CÓMO IDENTIFICAR LOS CELOS INFANTILES
Para poder gestionar los celos primero hay que poder identificarlos. Los celos pueden tomar diferentes formas en diferentes niveles. Se manifiestan a través del comportamiento, de las emociones y/o de las somatizaciones corporales y tanto en casa como en la escuela u otros ambientes sociales.
Podemos aprender estrategias adecuadas para evitar y/o minimizar los celos de nuestros hijos. A veces, curiosamente, aquello que hacemos para evitarlos resulta que todavía los refuerza más. Hay que ser precavidos porque con la mejor intención, en ocasiones generamos mayor malestar. Cierto es que a pesar que hagamos cosas para evitarlos los niños seguirán manifestando celos. Es en este momento cuando debemos poner en marcha estrategias para gestionarlos y acompañar a los hijos para que ellos también aprendan.
Es importante tener en cuenta que a veces se pueden confundir con otros problemas que pueden estar afectando al niño. Hay que ser prudentes a la hora de interpretar sus sentimientos. No siempre son celos. A pesar que son sentimientos habituales, hay que tomarlos seriamente y no dejar a los hijos solos con este sentimiento. Una mala gestión puede facilitar que se desarrolle y se instale una personalidad celotípica. En el caso que haya una buena gestión y, a pesar de ello, observamos que la intensidad de los celos no disminuye, se prolonga en el tiempo y va generando cada vez más malestar personal y familiar, hay que pedir ayuda profesional para poder valorar si se trata de celos patológicos.